Época: Civilización helenís
Inicio: Año 323 A. C.
Fin: Año 200 D.C.

Antecedente:
Transformaciones institucionales. Ejército y rey



Comentario

Junto con la integración de las ciudades griegas, los reyes helenísticos llevaron a cabo gran cantidad de fundaciones a través del sinecismo de comunidades previas, para que la producción campesina se canalizara a través de la chora politiké, donde se unificaba y se organizaba, como en el caso sirio, o por medio de colonias, donde se asentaban normalmente los soldados mercenarios licenciados. Ciudades que tomaban el nombre del rey fundador, para poner así de relieve incluso en el nombre dentro de qué sistema habían de encuadrarse. Son Alejandrías, Seleucias, Antioquías, Casandreas, ocupadas por clerucos, encargados igualmente de su defensa, gobernadas a través de un epistates y, a veces, con guarniciones, aunque poseían magistrados y organismos colegiados, equivalentes al consejo, recibían normalmente prostágmata, órdenes de los reyes, que constituyen, en su forma epigráfica, una de las más importantes fuentes para conocer la vida política del mundo helenístico. Internamente, las ciudades tienden a organizarse de modo oligárquico, aunque pretendía identificarse como democracia el hecho de que, en ocasiones, la ciudad gozara de cierta autonomía en el orden interno. La libertad vista por los estoicos, corriente de pensamiento predominante en la época, venía a traducirse simplemente como un modo elegante de aceptar las circunstancias impuestas. De hecho, las nuevas estructuras sociales se traducían, en el plano urbano, en que sólo permanecen en la ciudad los que disfrutan de la politeia, circunstancia que tiende a identificarse con las clases poderosas, al tiempo que todos los demás quedan excluidos, convertidos en masas de campesinos, tendentes a la dependencia. Como residuo permanece una masa urbana, peligrosa, que las oligarquías quieren controlar con la presencia de los poderes regios.
Entre las ciudades griegas, algunas se conocen mejor y esta circunstancia suele coincidir con el hecho de que presenten algún tipo de peculiaridad. Es naturalmente el caso de Atenas. Las tensiones entre el demos y la oligarquía se interfieren en la intervención de los reyes. La imposición de un censo, como en el caso de Antípatro, sirve para delimitar los derechos del demos, mientras que Poliperconte lo apoya, permitiendo la entrada a multitud de demóticos que estaban apartados de la politeia. Los reyes se hacen populares gracias al nuevo desarrollo de la conquista, capaz de poner en cultivo nuevas tierras y de acelerar el intercambio con la apertura de nuevas vías para los tráficos de mercancías.

Esparta representa un caso igualmente específico, aunque diferente. Las transformaciones posteriores a la guerra del Peloponeso acabaron con el rígido sistema hoplítico y propiciaron la concentración de propiedades, lo que permitió el desarrollo de la riqueza, pero también el aumento de la conflictividad. Los mismos reyes son los promotores de reformas que se decían tendentes a recuperar el sistema representado por las leyes de Licurgo. Agis IV y Cleómenes III intentaron, paralelamente, controlar el Peloponeso y entraron así en conflicto con la Liga Aquea, lo que sirvió a su vez para provocar la intervención de los reyes. La ciudad entra en una dinámica mimética en relación con los reinos, pues trata de evitar los conflictos promoviendo la conquista o el evergetismo de las grandes fortunas amasadas sobre las nuevas formas de explotación favorecidas por el sistema impuesto a partir de la intervención macedónica.

Entre otros casos igualmente específicos dentro del conjunto del mundo helenístico, también destaca Rodas, ciudad controlada por una gran aristocracia reforzada por el poder naval, promotora de un lujo verdaderamente paradigmático. La acumulación de riquezas permite el desarrollo del evergetismo, forma de redistribución de los productos del trabajo esclavo, especialmente renovado en la isla. Ello permite la concordia social entre los libres, en circunstancias internacionales que les permitían aprovecharse de las discordias para ganarse el apoyo a cambio de adhesiones circunstanciales, sobre todo en las relaciones con los Ptolomeos. Es interesante comprobar el interés de los reyes egipcios por aparecer como sus liberadores, en competencia con Antígono.